Hacer un buen programa de radio le sucede a cualquiera, alguna vez. Llegar al punto de decir: «Que bien que saliótodo hoy, ¿no?». Sentir que fue un día magnifico, que hubo inspiración, que la parte técnica funcionó con ajuste espacial y que las palabras de uno mismo fluyeron, sin trabas, sin censura.
Ese discurso, ese mundo de ideas que combina memoria y opinión, a veces en forma tan insidiosamente esquiva, en pocas ocasiones sucede como si el profesional se deslizara por una ladera, esquiando sin mirarse los pies. Esta es la impresión que provoca Fernando Borroni, cada mañana, cuando, en mezcla de improvisación y lectura de sus anotaciones sobre la política y la vida misma, emociona con su manera de pensar.
Este libro abarca esos apuntes y esas ideas que surgen en cada una de sus intervenciones y las traslada a la palabra escrita. Habrá, en consecuencia, lectores que tengan algunas ventajas, porque conocen la música y el ritmo de las editoriales de Fernando. Hay un color especial en la textura de la voz y una respiración que hace única la experiencia radial de escucharlo. Pero los que descubran al librepensador que nos presenta su obra, aquellos que recién a partir del libro se integren a sus seguidores, podrán gozar de la armonía de lo escrito, sin tropiezos. Desde el interior de cada idea, viene la siguiente, provocando la sensación de ser el lector quien va pensando lo que lee. La razonabilidad de lo que expone el autor, hace al placer del descubrimiento de lo que quizás sabemos y compartimos, pero sin ser capaces de convertirlo en palabras. Cuando la imagen nos enamora en un libro, se nos ofrece la ventaja de detener la marcha, como en un camino entre montañas, para apreciar mejor el paisaje. Paladear la reflexión, prosperar en el juicio y hacer más propia la expresión del concepto. Caminar en el mismo sentido de la noción que se nos entrega, profundizando por nuestra cuenta, haciendo del discurso y la representación,una herramienta. Extrayendo de la lectura una especie de sospecha que nos empuja para ahondar en nosotros mismos.
Hay una provocación evidente en cada movida de Borroni.Peón cuatro rey ha envejecido y sólo los amateurs de las confiterías las usan. En los escritos de Fernando, las ideas saltan como caballos impetuosos, el planteo es de inmediato un desafío. Vamos a hacer un mundo mejor o quedémonos en casa, vamos a proponernos la libertad, pero la libertad en serio, o aceptémonos como los votantes que consideran que ese es su papel en democracia. La persistencia de peón que avanza por su lateral para convertirse en torre tienen estos ensayos que alivian la pesada carga de la lucha como el agua que alguien alcanza al atleta de la maratón.
Necesitamos Borronis para seguir en carrera, para no aflojar el paso. Ese es el valor de este libro. Habrá quienes se enojen y pobre de nosotros y del autor, si no los hubiera. Porque el asunto de un libro es darse el gusto de decir como si fuera nuestra última vez y entonces para qué andar con vueltas.Borroni crea un mundo posible de lealtades que la política suele desatender y de allí surgirán los ofendidos.
La primera vez que el firmante escuchó a Borroni era de noche, y se trataba de una columna a la que nadie le puso un remate. Así que la inquietud de conocer algo más del autor quedó en suspenso, esperando una luz verde y criticando la mala costumbre de no cerrar cada capítulo del programa, asísea una simple canción. Después, algunos de sus análisis nocturnos vistieron el programa de las mañanas en breves cortes que rescataban algunos párrafos de los que abren la cabeza. Y un tiempo más tarde, la pasión por la radio se convirtió a raíz de sus columnas en un hecho compartido. Y él, diariamente, nos vuelve a asombrar. Porque Borroni bien ganado tiene el derecho a una columna intrascendente, de esas que cualquiera hace para salir del paso y, sin embargo, no claudica. Cada día, con la vara muy alta mantiene su marca.
La sensibilidad, el conocimiento, la experiencia, la firmeza de sus convicciones, eran portadoras de la necesidad de arroparse en un libro, ese ámbito de las ideas menos volátil frente a la frustración que nos provoca la radio cuando captamos una idea que nos deslumbra, pero un minuto después ya hemos perdido lo textual. Este volumen fija como las manos de los artistas en el cemento blando, la firma de un periodismo decente, inspirado, imprescindible que atraviesa el contorno de la oralidad para plasmarse en esta obra tan necesaria.